Margarita Barrientos
No se lo contaron, ella pasó hambre. Sin embargo pudo alimentar una fuerza interna, irrefrenable, que la movió a hacer algo por aquellos que, como le sucedió a ella, sufren por no poder cubrir sus necesidades básicas. En los noventa tomó una olla y se puso a cocinar para alimentar a quince personas a diario. Empezó a recibir apoyo, mediático primero, económico después. Su obra se transformó en el comedor Los Piletones, de Villa Soldati, mientras su nombre crecía en la Argentina como sinónimo de solidaridad. Los gobiernos pasaron y, más de veinte años después, Margarita...