EL TALLADOR DEL DIAMANTE

MI lama tibetano me había impuesto una norma para ir a trabajar a la oficina: mantener en secreto que era budista. Tenía que llevar mi pelo de un largo normal en vez de ir con la cabeza rapada, vestir con ropa normal, y cualquier principio budista que aplicase en mi trabajo lo tenía que hacer en secreto, sin ningún aviso ni alboroto. Tenía que procurar ser un sabio budista por dentro y un hombre de negocios americano ordinario por fuera. Sin que nadie lo supiera, pues, emprendí la labor de dirigir la sección según principios budistas Con mis socios acorde una condición en las reglas...